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La vid: llegada y
aclimatación
Un nuevo producto: el aguardiente de uva
Por cierto que los productores que se lograban,
prontamente empezaron a criar fama en merito a su
calidad: aguardiente de uva, vino y su derivado el
vinagre. Ya en 1630 se exportaba desde el puerto
de Pisco alrededor de 150,000 botijas de vino; y
de Nazca, a través de las caletas de San Nicolás
y Caballas, no menos de 100,000. Y, como indicio
de que la producción y su aceptación en el
mercado iban de la mano, Guillermo Lohmann Villena
indica que “a Centroamérica se exportaba en
gran escala, casi exclusivamente, aguardiente de
Pisco (500 botijas anuales) y vino por encima de
las 2,000 botijas al año”
Antes
que aguardiente de uva, se produjo, como ya se ha
dicho, vino en abundancia. Tanto Reginaldo de
Lizarraga, fraile de la orden de santo Domingo,
como el mercedario Martín de Murua expresan,
hacia fines del siglo XVI, su opinión favorable
acerca de la calidad del vino producido en estas
tierras. En confirmación de ello, debe decirse
que no había nave que arribase al puerto de Pisco
y que dejara de cargar algunas de sus bodegas con
botijas del aromático vino iqueño. Lo hizo Pedro
Sarmiento de Gamboa en 1580, cuando enfilo sus
naves hacia el Estrecho de Magallanes, en misión
exploratoria. Compro 200 botijas a cuatro pesos y
medio cada una, y las repartió equitativamente
entre las naves capitana y almiranta. Pisco tenia
difundida fama de zona vinatera. Su vino era
reputado como “de mas cuerpo, mas cubierto y a
propósito para pasar la mar” y según refiere
Guaman Poma de Ayala, “abunda como agua, siendo
en calidad el mejor del Reino y muy barato”.
Las
primeras noticias que se tienen en el Perú acerca
de la elaboración de aguardiente de uva, se
remontan a inicios del siglo XVII. El historiador
Lorenzo Huertas refiere: “hemos encontrado un
documento de 1613 que indica la elaboración de
aguardiente (de uva) en ICA. Esa seria una de las
fechas más antiguas que hablan acerca de la
elaboración de aguardiente no solo en el Perú,
sino en América”.
El
documento a que alude Huertas es el testamento de
Pedro Manuel, el griego, morador de la ciudad de
ICA, quien “en esa postrimera voluntad indica
tener entre sus bienes una esclava criolla:
“Treinta tinajas de vurney llenas de aguardiente
que ternan ciento y sesenta botijuelas de
aguardiente, mas un barril lleno de aguardiente
que terna treinta botixuelas de la dicha
aguardiente. Más una caldera grande de cobre de
sacar aguardiente con su tapa e cañón. Dos
pultayas la una con que pasa el caño y la otra
sana que es más pequeña que la primera”. Esta
es la información más antigua que se ha
encontrado en el Perú acerca del aguardiente.
Pero téngase en cuenta –señala Huertas- que,
si bien en 1613 se firmo el testamento, esos
instrumentos de producción existieron mucho
antes”.
Pronto,
el aguardiente de uva, que ya sé venia elaborando
desde el siglo XVII, iría ganando tal prestigio
que sus volúmenes de exportación crecieron. Las
noticias del comercio marítimo en el Perú de los
siglos XVII y XVIII así lo confirman. La carga de
los barcos, que en un inicio es preferentemente de
vino, va pasando a ser constituida
mayoritariamente por las botijas del aguardiente
de uva. Hacia el siglo XVIII es evidente que la
actividad vitícola y el comercio de sus reputados
productos había cobrado ya enorme auge. Sin
embargo, para lograrlo, debieron vencerse ciertas
dificultades, pues como señala Alberto Flores
Galindo, “la producción de aquellos valles
donde llego a imponerse (la vid) acabo dibujando
curvas febriles con ascensos y bruscas caídas de
gran inestabilidad, como resultado de una difícil
convivencia entre un cultivo delicado y un mundo
rural rutinario y poco tecnificado”.
En
gran medida, las condiciones climáticas altamente
favorables para la viticultura, especialmente en
los valles de ICA y Moquegua, permitieron
equilibrar esos desbalances y salvar falencias
tecnológicas. Volvamos, ahora, sobre algunos
datos numéricos que resultan ilustrativos del
volumen que adquiere la comercialización del vino
y del aguardiente de uva. Durante los años 1701
al 1704, el promedio de botijas y botijuelas que
salían del Callao con dirección a Valparaíso
era de 70. El total era aguardiente de uva.
Durante ese periodo se exporto a Valdivia un total
de 596 botijas de aguardiente y 19 de vino. En
1704 se envió a Concepción apenas 115 botijas de
aguardiente, mientras que Guayaquil recibió ese
mismo año un elevado embarque de esa bebida: nada
menos que 10,102 botijas, solamente superado por
Panamá, a la cual se hizo llegar 28,698 botijas
de aguardiente y 8,638 botijas de vino.
En
aquella época, la floreciente industria vinícola
y de aguardiente de uva elevo también el volumen
de comercialización de sus productos en el
mercado interno: de 1701 a 1704, los puertos de
Arica, Guañape, Saña y Casma recibieron 910,
100, 1,358 y 50 botijas de aguardiente de uva,
respectivamente.
Agudo
observador de este orden de cosas, Amedée Frézier,
viajero francés, comentaba: “El comercio de
mercaderías de Europa no es la única razón que
trae a los navíos a Pisco; ahí se va también
para hacer provisiones de vino y aguardiente que
se encuentra mas barato y en mayor cantidad que en
cualquier otro puerto, porque además del que se
produce allí este viene de ICA y de Chincha”.
Otros
datos, que muestran una progresión creciente en
los años subsiguientes, aparecen consignados en
el Mercurio Peruano, revista literaria, histórica,
científica y estadística que se edito en Lima
entre 1791 y 1794. El numero correspondiente al 24
de marzo de 1791 publica valiosos informes sobre
el comercio de aguardiente de uva que sé hacia
con el virreinato de Buenos Aires, por la ruta de
la intendencia de arequipa; y también sobre el
volumen de exportación de la misma bebida hacia
el puerto de Guayaquil, hacia Santa Fe de Bogota y
hacia los puertos centroamericanos de Realejo y
Sonsonate. Además de registrar la valorización
de los volúmenes de aguardiente de uva
exportados, el Mercurio Peruano también consigna
los montos recaudados por la Corona, al cobrar
derechos de aduana sobre dichas exportaciones,
mediante el almojarifazgo.
Continuara...
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