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De los Lugares
Propicios A La Vid Y Al Pisco
Parte IV
Moquegua, “valle abundante y regalado”
El departamento de Moquegua, ubicado al extremo
sur del Perú, consta de tres provincias: Ilo,
Mariscal Nieto y General Sánchez Cerro. Fue
creado por ley del 3 de abril de 1936 y su
superficie es de 15,813.46 Km, siendo su capital
la ciudad de Moquegua. Su territorio colinda con
los departamentos de Arequipa, Puno y Tacna y
también con el Océano Pacifico. Su faja costera
esta constituida en su mayor parte por los
desiertos paralelos al litoral del Pacifico.
Su
clima es templado en la Costa y templado y frió
en la región andina, siendo abundante la producción
de sus valles, especialmente en los bañados por
los ríos Tambo, Torata y Moquegua-Osmore, que son
ricos en olivo, vid, trigo, maíz y papa.
En tiempos del inca Mayta Capac, esta región fue
incorporada al Incario, siendo poblada por
mitimaes “que el Inca traslado desde el
altiplano para castigar la resistencia que allí
le opusieron”.
Durante la Colonia alcanzaron fama sus vinos y
piscos. La población, conocida inicialmente como
Santa Catalina del valle de Moquegua, fue
reconocida como la principal del valle por el
virrey marques de Guadalcazar en 1625, por lo que
le otorgo el titulo de Villa de Santa Catalina de
Guadalcazar del valle de Moquegua. En 1765, en la
obra de Cosme Bueno, aparece con el nombre de
Villa de Moquegua.
Al decir de Vásquez de Espinosa, fraile carmelita
y cronista de principios del siglo XVII, el valle
era reputado como “abundante y regalado” tan
“abastecido y rico” que “parece un Paraíso”.
En el año 1714 el viajero francés Amedee
Frezier, ingeniero de fortificaciones, visito el
valle de Moquegua y de sus observaciones surge la
siguiente relación: “Alli se realiza un
importante comercio de vino y de aguardiente que
se trasportan a la puna, es decir, a las montañas.
Resulta increíble que un terreno tan reducido
como este, se cosechen todos los años alrededor
de cien mil botijas, que llegan a tres millones
doscientas mil pintas de Paris, las cuales, a
veinte reales la botija dan cuatrocientos mil
pesos”.
Moquegua
se convirtió, hacia mediados del siglo XVIII, en
obligado lugar de transito para viajeros que se
dirigían desde el puerto de Ilo hacia el
altiplano, lo que propicio su florecimiento
comercial. Sus productos alcanzaron gran aceptación
en la región altiplanica, no solo por su calidad,
sino también debido a que los viticultores
moqueguanos establecieron en esa región un
virtual monopolio en la comercialización de vinos
y aguardientes, a través de una extensa red de
distribución. Sus productos, especialmente sus
vinos y aguardientes de uva, estaban destinados a
satisfacer la demanda de ciudades altiplanicas
como Puno, Chucuito, La Paz, Oruro y Potosí; y
por esta ruta llegaban hasta Salta, Tucuman y
Mendoza en el vierreinato de Buenos Aires.
Esta situación privilegiada se mantuvo estable
durante el siglo XIX hasta que una gran catástrofe
se abatió sobre la región. En 1868 se produjo un
terremoto que destruyo gran parte de la ciudad,
arruinando muchas de las bodegas productoras de
vino y pisco.
Luis Kuon Cabello refiere que la perdida de vinos
y aguardientes fue grande al destruirse los
gigantescos tinajones de cerámica que los contenían.
Este hecho, aunado a la cuantiosa perdida de
bienes, redujo a la miseria a muchas familias
moqueguanas. Una década mas tarde, casi recobrada
la ciudad de tan feroz embate de la naturaleza,
las tropas chilenas ocuparon cuatro veces la
ciudad y el valle.
En
efecto, durante la infausta Guerra del Pacifico,
Moquegua fue ocupada por los invasores y sometida
a duras depredaciones. Cuando en 1884 concluyo la
guerra, Moquegua, antes prospera y alegre, había
pasado a convertirse en una arruinada provincia
litoral que colindaba con los territorios ocupados
por Chile. Sumándose a estos infortunios, en los
años siguientes los moqueguanos vieron prácticamente
exterminados sus viñedos a causa de una terrible
plaga la filoxera.
Moquegua ha recuperado en la actualidad parte de
su antiguo esplendor, especialmente en lo que atañe
a sus tradicionales cultivos de vid y olivo. Y en
cuanto al pisco, diremos que el de Moquegua goza
de gran reputación. Su alta calidad se debe no
solo a la excelente vid producida en la región,
sino que también es el resultado del cuidado con
el que los moqueguanos han preservado los
tradicionales métodos de elaboración de la
bebida peruana.
* * *
Estos testimonios hablan, pues, de la suerte
propicia que corrieron las vides a su llegada a
estas comarcas, que además de contar con
inmejorables condiciones de clima y suelos,
especialmente en la faja costera, ofrecieron el
esfuerzo y laboriosidad de sus habitantes. Así
fue como las viñas echaron raíces en los suelos
arenosos de la costa peruana y en la vida
cotidiana de sus gentes, dando como fruto la
singular bebida peruana: el pisco.
FIN
Tomado de: Crónicas y Relaciones Que se Refieren
al Origen y Virtudes del Pisco
Bebida Tradicional y Patrimonio del Perú
Banco Latino 1990
Lima Perú
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