Año I. Edición Nº 10.  -  1º de Setiembre del 2007  

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Pisqueros ilustres


Semblanza de María Isabel Granda Larco - "Chabuca Granda"

“Nací en los Andes, a 4.800 mts. sobre el nivel del mar, en las Cotabambas Aurarias, provincia de Cochasaywas, asiento minero del Progreso, en el departamento de Apurímac en el Perú. Allí nací, entre vetas de oro, amor y sacrificio... Soy, pues, hermana soberbia y orgullosa de los cóndores; nací tan alto que solía lavarme la cara con las estrellas”.
Chabuca Granda

      

Chabuca Granda nació un 3 de setiembre de 1920, luego sería trasladada a Lima para iniciar sus estudios escolares. Ésta se convertiría en la ciudad de sus amores y, sobre todo, de su inspiración.
La pequeña María Isabel Granda y Larco, la de ese entonces, debió crecer entre lecciones de piano e historias de la Lima de 1800 que se esfumaba, entre reminiscencias de un pasado grandioso que terminaba de derrumbarse después de la Belle Epoque; cuando Lima no soñaba ser la ciudad mestiza que es hoy. 
Las leyendas de mujeres con saya y manto negro debieron ser parte de su mundo infantil y, seguramente, se mezclaron en los recuerdos de la cantante y futura compositora con sus deberes escolares en el colegio León de Andrade y el Sagrado Corazón “Chalet” de Chorrillos. Fue, durante su infancia, hija amorosa y hermana comprensiva y solidaria. .

          

La juventud y el amor
Entre casonas barranquinas e historias del ayer, entre el Puente de Palo del Rímac y el de los Suspiros en Barranco, fue creciendo Chabuca; quien desde muy pequeña mostró sus aptitudes musicales. De hecho, no solo aprendió a tocar piano muy joven, sino que pudo ser una extraordinaria soprano infantil, salvo por una operación que le arrebató ese futuro para intercambiárselo por la voz ronca que todos conocemos hoy. ¿Quién puede olvidar sus versiones de “José Antonio”, de “La Flor de la Canela”?
Tenía apenas doce años y su futuro ya estaba marcado, aunque a esa edad uno nunca lo sabe. Y mientras las piezas del destino se armaban - llevándola luego a representar la música peruana -, ella exploraba otras vertientes de sus múltiples talentos: montaba piezas teatrales y practicaba deportes; al mismo tiempo que crecía hasta volverse una hermosa mujer, con un gran sentido del humor y una particular generosidad. Pronto llegaría el matrimonio: con tan solo veintidós años, el 13 de mayo de 1943, Chabuca Granda se casó con Enrique Fuller Da Costa, piloto de la Fuerza Aérea del Perú. 

Las exigencias del trabajo de su esposo y la llegada al mundo de sus tres hijos -Eduardo, Carlos y Teresa- no cambiaron sus intereses, aunque sí modificaron sus prioridades. Aún así, cada vez que iba a llegar a un nuevo destino, Chabuca investigaba acerca del lugar, su cultura y su música; así se volvió profunda admiradora y estudiosa de las raíces de la música tradicional latinoamericana.
Siempre estuvo rodeada de poesía y poetas como Reynaldo Naranjo, Manuel Scorza o César Calvo, con quien compuso varias canciones, entre ellas “María Landó”.

El inicio de una nueva etapa
El matrimonio llegaría a su fin. De vuelta en casa de sus padres, Chabuca se ocupó de dirigir personalmente la educación de sus hijos. Mientras tanto, consiguió diversas ocupaciones como consultora de belleza y asesora de modas, pequeños trabajos rentables que ocuparon parte de su tiempo. En la misma época, volvió a explorar sus habilidades musicales: con veintiocho años, comenzó a escribir y componer en privado, volcando en sus canciones lo más íntimo de sí misma y de su mundo interior. Poco a poco, la calidad de sus canciones se hizo más y más evidente, y su talento pasó a formar parte de los comentarios de los entendidos en la materia. 

Chabuca escribía durante sus ratos libres. Lo hacía durante la noche, pensando en las personas que se le habían grabado en la mente durante el día, quizás en sus recuerdos de infancia, en esa Lima del
imaginario colectivo de inicios del siglo XX. Probablemente tarareaba nuevas melodías mientras esperaba a aquellas mujeres que acudían a Helena Rubinstein a pedirle consejos de belleza, sin imaginarse que tenían al frente a la compositora que escribiría en 1950 el segundo himno nacional, “La Flor de la Canela”, que posteriormente sería traducida y grabada en más de treinta idiomas, haciéndose universalmente conocida.

Las vertientes de la producción musical de Chabuca
A partir de ese reencuentro con su talento, la unión entre Chabuca Granda y la música peruana nunca más se disolvería. 

Durante su vida, ella tuvo varias etapas de exploración, preocupándose del correcto uso del idioma castellano. Así, no solamente compuso valses de la Lima señorial como “Fina Estampa”, canción dedicada a su padre, o “Lima de Veras”; sino que compuso canciones dedicadas a diversos personajes que la habían impactado, como Violeta Parra, compositora chilena; Javier Heraud, poeta peruano que fue muerto acribillado en el Ucayali; Mauro Mina, nuestro gran boxeador; Mocha Graña, entre otros.
Durante la última etapa de su producción musical se dedicó a explorar y popularizar la música negra del Perú, y es ahí donde forma “La Tarimba Negra” con Félix Casaverde en la guitarra, Eusebio Cirio “Pititi” en la percusión; y Carlos Soto de la Colina “Caitro” en el cajón. Pero la vida le jugó una mala pasada: luego de haber superado un cáncer de tiroides que la atacó cuando tenía tan solo 37 años, en 1980 la compositora descubrió que padecía de una seria afección cardiaca; sin embargo, tan grande era su espíritu y energía que Chabuca siguió casi hasta el fin. 

Un 8 de marzo de 1983, la mítica y gran compositora peruana Chabuca Granda nos dejó a la edad de 62 años, quedando para la posteridad un valiosísimo legado musical que es parte vital de nuestra cultura y nos enorgullece como peruanos. 

Extraído de: Empazz.com.pe

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