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Cócteles para mil
y un destinos
El
barman Javier de las Muelas propone para los
lectores de ‘EL PERIÓDICO’ una lista de
combinados con los que recorrer el mundo con la
imaginación.
Un cóctel para cada destino turístico. Esta era
la propuesta que EL PERIÓDICO sugirió al barman
Javier de las Muelas. De esta manera, los lectores
de Verano podrán trasladarse con la imaginación
hasta Venecia para saborear un Bellini y «revivir
imágenes de Muerte en Venecia y aceleradas
secuencias de James Bond», o brindar con un Dry
Martini con la mente puesta en el sky line de
Nueva York, aunque uno esté sentado en el balcón
de su casa.
Pensar
en Berlín es, para De las Muelas, pensar en «la
ciudad del futuro», y para evocar ese espíritu,
nada mejor que un Godmother, un combinado a base
de vodka y amaretto que comparte con la capital
alemana «vitalidad y creatividad». Las mismas
cualidades que ve en Miami, ciudad en la que no
puede faltar un Lychee Martini, «uno de los
iconos de la nueva coctelería de los Martini»
cuya receta consiste en batir en una coctelera 1/8
de triple seco, 1/8 de licor de lichis, 2/8 de
zumo de limón, 2/8 de pulpa de lichis, 2/8 de
vodka y una cucharada de sirope de vainilla.
Sin
entrar en disputas acerca de su origen –chileno
o peruano–, el propietario del mítico Dry
Martini asocia el combinado Pisco Sour al «mestizaje»
de Lima. Pero si se trata de exotismos, entonces
hay que pasar por Tokio y degustar un Wasabi Frappé
o disfrutar de un Tom Collins, que aunque tiene
origen en Londres, traslada a De las Muelas
directamente a Sídney por su «energía y
vitalidad».
Con «personajes surgidos de filmes en blanco y
negro que comparten bares con otros creados por
Tarantino», Lisboa es el escenario que acompaña
a un Porto Flip. Y de una «liturgia inglesa» a
otra, como la del Gin Fizz, un combinado que lleva
al barman al
Hotel Savoy de Londres, donde lo preparan con 2/3
de ginebra, 1/3 de zumo de limón, un par de
cucharaditas de azúcar y otra de clara de huevo.
Estas
recetas han sido extraídas del libro Cocktails
& drinks book, de Javier de las Muelas
(Planeta).
Fuente: Elperiodico.com
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Estancias
argentinas: Patagonia Austral
Aventuras y placeres allá en el lejano Sur
En los bellos y solitarios confines de América,
las propuestas de cuatro estancias patagónicas.
Hospedaje de alto nivel, turismo rural y travesías
en un territorio virginal y lleno de leyendas.
Al sudoeste de Santa Cruz
Había
que tener una gran necesidad de soledad -o fobia
con el resto del mundo- para asentarse en 1917
sobre la costa sur del lago Viedma, al sudoeste de
la actual provincia de Santa Cruz.
Vaya
a saber uno que deseos o fantasmas perseguían al
finlandés Alfred Ramström cuando
decidió cruzar el mundo e instalar una granja en
ese lugar que aún hoy -un siglo más tarde-
continúa siendo un canto a la soledad. En honor a
su cuidad de origen, Ramström bautizó a su
establecimiento como Estancia Helsingfors. Años más
tarde, su hijo Knud comenzó a levantar el casco
actual de la estancia y en torno a ella plantó
secuoyas, hayas y cedros, que hoy protegen y
adornan uno de los hospedajes rurales más
cautivantes de toda la Patagonia.
Llegar
a Helsingfors no es sencillo, pero cada kilómetro
de ripio recorrido desde El Calafate por la ruta
nacional 40, y luego por la provincial 21, vale la
pena.
Se encuentra a mitad de camino entre El Calafate y
El Chaltén bien metida hacia la cordillera, en
medio de un paisaje dominado por la figura del
monte Fitz Roy y las aguas turquesas del lago
Viedma. El antiguo casco ha sido reciclado para
adaptarse a la exigencia de visitantes que llegan
de la Argentina y el extranjero. Cuenta con ocho
habitaciones, algunas de ellas equipadas con
jacuzzi, y otras con ducha escocesa, un comedor
donde todas las noches tienen lugar cenas de
estilo gourmet y una sala de estar ideal para
disfrutar de sus célebres pisco sour al calor de
la chimenea.
Desde la hostería parten numerosos senderos de
trekking que recorren quebradas, miradores y
lagunas, pero sin dudas su punto fuerte reside en
las excursiones embarcadas que llegan hasta las
mismas paredes del glaciar Viedma. Partiendo desde
el embarcadero de la estancia, y tras un paseo de
40 minutos por el lago, la lancha se coloca justo
delante del glaciar, cuyas paredes alcanzan más
de 60 metros por encima del nivel de las aguas. Se
trata de una experiencia única y conmovedora, que
se completa con una caminata por la morena lateral
del glaciar, donde es casi imposible no sentirse
abrumado por la inmensidad helada de este glaciar
que no tiene nada que envidiarle en magnificencia
a su mucho más famoso vecino Perito Moreno.
Experiencias únicas
A
orillas del lago San Martín, lejos de cualquier
vestigio de civilización, en una de las zonas más
vírgenes de la Patagonia, se encuentra la
Estancia El Cóndor, un sitio ideal para los
amantes de la aventura y la naturaleza en estado
puro. No cuenta con los altos estándares de
confort de las estancias anteriores, pero brinda
en cambio la posibilidad de vivir experiencias únicas
de vida al aire libre y conocer la cara más auténtica
de los gauchos patagónicos.
El
casco de la estancia tiene un hospedaje con cuatro
habitaciones sencillas y entrañables, una
biblioteca y un comedor con chimenea en el que se
ofrecen comidas elaboradas con productos de su
propia huerta y carnes de los novillos que allí
se crían. Para recordar toda la vida son las
cabalgatas que parten desde el casco y bordean el
lago para luego internarse montañas adentro hasta
el puesto La Nana, habitual refugio de arrieros.
Allí, durante los meses de verano, se hace noche
en bolsas de dormir, sin más protección que la
de un cielo rebosante de estrellas y tan amplio
como las estepas mágicas y desiertas de la
Patagonia.
Fuente: Clarin.com
Ron
todopoderoso
De las fascinantes tierras guatemaltecas viene
el Zacapa, el mejor ron del mundo.
Detrás
de su éxito está la química nicaragüense
Lorena Vásquez, quien situó a este licor al lado
de los grandes whiskies, vodkas y Coñacs del
mundo.
Las bebidas destiladas siempre tienen una
fascinante historia detrás. Ha sucedido con el
whisky y también con el coñac. Y no ha dejado de
ocurrir con el vodka. En todos estos casos, hoy se
ofrecen ejemplares de cientos de dólares por
unidad, envasados en botellas de cristal y
empacados en finas cajas con entresijos de
terciopelo. En cierta forma, estos deliciosos
brebajes, de origen europeo, han alcanzado la
gloria y la fama en sus respectivas categorías.
El continente americano –tal vez por su
juventud– ha trasegado una senda más rústica y
agreste. El Bourbon estadounidense –la bebida
favorita de los colonizadores del Oeste– ha sido
un trago para machos. E igual papel ha cumplido,
en México, el tequila.
Y en Centroamérica y el Caribe, el ron, la pócima
de rigor, es una herencia directa de piratas,
marinos y bucaneros. En la zona andina, el
aguardiente y el pisco han estado inevitablemente
atados a una modesta vida rural y han quedado
estancados en el tiempo como sencillos néctares
populares.
En los últimos tres lustros, sin embargo, los
productores de pisco y tequila han decidido dar un
salto adelante, mejorando tanto el licor de base
como los envases y las etiquetas. Esta reinvención
de sus productos les ha permitido abrirse paso
entre los más sofisticados paladares del globo.
Pero quizás el destilado americano que más
terreno ha avanzado en su perfección y
mejoramiento ha sido el ron. Sin ninguna duda, el
principal estandarte de esta categoría es el
Zacapa, producido un grupo de talentosos master
blenders en las fascinantes tierras guatemaltecas.
A la cabeza de este gran proyecto ha estado la
pequeña pero ambiciosa química nicaragüense
Lorena Vásquez, quien lo ha llevado al Salón de
la Fama en Estados Unidos.
El ron se elabora a partir de la caña de azúcar,
tras un proceso de fermentación de los jugos vírgenes
o melazas, sometidas luego a destilación alcohólica
y a su respectivo envejecimiento en barricas de
roble. La bebida data del siglo XVII y se le
considera un producto estrictamente americano.
Entre algunos de sus primeros nombres figuran
Matadiablo (Kill Devil), aunque su raíz etimológica
más directa es la expresión rumbullion (de
origen inglés), que significa “gran tumulto”.
A partir de mediados de 1600 empezó a conocérsele,
simplemente, como rum o ron.
Cuando se le pregunta dónde está la magia del
Zacapa, Lorena Vásquez apunta el dedo a las
tradiciones y microclimas de Guatemala, y a unas técnicas
de elaboración muy depuradas.
La caña de azúcar fue llevada a Guatemala por
los padres dominicos, en el siglo XVI. Al molerla
y querer guardar el jugo, se optó por obtener una
miel virgen, que consistía en calentar el jugo de
la caña, evaporar el agua y guardar la miel, sin
pérdida de ningún otro componente. Esta miel
luego se fermenta y se destila, dando origen a un
aguardiente de caña de máxima calidad. La
levadura de fermentación se extrae de la piña,
que, al mezclarse en los jugos vírgenes, arroja
un perfil de aromas y sabores únicos. El líquido
luego se guarda en una sucesión de barricas de
roble, adquiridas a productores de Bourbon, Jerez
y Pedro Jiménez (un vino dulce español).
Fuente: Elespectador.com
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