Semblanza a: Julio Ramón Ribeyro
Biografía
Mientras el invierno de agosto torna
gris el cielo limeño y el frío y la neblina humedecen la costa peruana,
en un rincón de la capital, nace Julio Ramón Ribeyro una tarde de 1929
ante la alegría familiar, que no imagina que se convertirá en uno de los
escritores peruanos más grandes de nuestro siglo.
Venido de una típica familia de clase
media, no pasa mayores apuros económicos y afectivos durante su niñez.
"Tenía
una relación muy armoniosa con mis padres y hermanos, tuve una infancia
feliz. Entre hermanos éramos muy unidos. Sobre todo me llevaba bien con
el mayor con quien asistía al mismo colegio, teníamos los mismos
amigos, compartíamos juegos, viajes, aventuras, etc. No me quejo, fue un
ambiente despreocupado y sin apuros".
Pronto el joven Ribeyro da muestras de
su apego a las Letras, y ya para entonces afloran en su mente los
primeros cuentos y relatos propios de su edad, ante el estupor de su
familia que no ve con buenos ojos que se dedique a la literatura,
quienes consideran que el oficio de escritor es denigrante y deshonroso.
Para ellos la carrera de Derecho da mayor estatus y la seguridad de un
futuro promisorio.
Sin embargo, estas contradicciones no son impedimento para que Julio
Ramón Ribeyro pronto se vea involucrado en un círculo de escritores, que
suelen publicar sus obras y obsequiarlas generalmente a sus amigos y
familiares, además de presentarlas en bohemios lugares de la ciudad. Fue
allí donde Ribeyro comenzó en realidad su carrera literaria,
frecuentando estos lugares donde sus cuentos y relatos eran escuchados
con suma atención por los concurrentes que, en su mayoría, eran poetas,
novelistas, cuentistas, etc.
El especial carácter de Julio Ramón
Ribeyro tal como los personajes de sus escritos, lo aleja del
protagonismo; acostumbrado a una existencia algo marginal que en cierto
modo privilegia. Es por eso que toma la decisión de separarse de los
círculos literarios limeños y sacudirse de lo que más detesta: La
popularidad, la fama.
"Me molesta la fama en parte porque no
me permite pasar desapercibido, me saca del anonimato en el cual me
gusta vivir".
Enrumba entonces a Europa trasladándose
de un país a otro sin establecerse en un sólo sitio, pasando las
desventuras y miserias que significa estar alejado de su patria, sin
conocer a nadie aislado por el idioma en un itinerario que incluye
Francia, Alemania, Bélgica y España.
Finalmente
se afinca en París, Francia. Es el inicio de la década de los sesenta
cuando entra a trabajar como periodista en la Agencia France-Press,
donde permanece hasta 1971, año en que es nombrado Consejero Cultural
del Perú ante la Unesco.
Su vida transcurre entre París y Lima,
específicamente en el distrito de Barranco, donde, cada vez que visita
el Perú, suele recorrer sus antiguas casonas y tradicionales callejuelas
junto a sus mejores amigos, envuelto en largas tertulias, para luego
enfrentarse a la máquina de escribir.
En 1974 se le detecta cáncer, enfermedad ocasionada claramente por su
adicción al cigarro, amigo inseparable en largas jornadas de creatividad
e ingenio que concluyen en cuentos y relatos que trasuntan lo
inimaginable. Sobreviviente de recaídas y cirugías mayores, los dos
últimos años son sin embargo los más felices de su vida, que se apagó el
4 de diciembre de 1994, días después de obtener el premio Juan Rulfo,
para muchos el más importante en habla castellana, distinción que
reafirma la resonancia de su obra no sólo para los peruanos sino para
todos los hablantes en lengua española.
El presidente de México por esa época,
Carlos Salinas de Gortari, en vano lo esperó para el develamiento de la
efigie con el busto del reciente ganador del premio. Su salud se hallaba
demasiada quebrantada como para realizar el largo viaje a tierras
aztecas. En su lugar, estuvieron presentes en el acto su esposa Alida
Cordero y su hijo Julio.