Picasso de Juerga

Agradeciendo al Sr. Carlos Barriga por el envió de esta nota.

Picasso de Juerga
La juerga flamenca había empezado a plena luz, temprano con el pretexto de un almuerzo  bajo el sol templado de Niza, dorado el mar como el Guadalquivir en plena feria de Sevilla. Solo que allí, en la Costa Azul, no se respira el perfume de los naranjos ni se goza de las macetas cargadas de geranios, ni de los patios blancos de jazmines, ni se vislumbra aquel señorío taurino y aquella luminosidad de la maestranza.

Pero allí en esa costa soleada de Francia, está viva la figura de Picasso, el eterno mozalbete que todo lo españoliza y rejuvenece. Allí este él sonriente al desgrane de los ritmos gitanos entre cañas, ayes y palmas. El ambiente flamenco desplaza Niza a Andalucía. Atisbamos desde esta bellísima costa francesa el embrujo del barrio de Santa Cruz y el garbo de La giralda.

Y es que ahora allí, frente a Picasso, está bailando Antonio Gades y esto, que ya es mucho no es todo. Flamea también soltándose la cola lunareja, el fuego de “La Polaca” cubierto el moño de claveles. ¡Inefable gracia gitana de los ojos, las manos y los pies y cintura en trance! “La Polaca” es sin embargo, castellana nació en Madrid. No tiene una gota de sangre “cale”. Se llama Josefa Cotillo.
Rafael Alberti deja caer sus piropos andaluces y entona majestuosamente las cuerdas de su lira, frente a la pareja del mar en el crepúsculo.

La lira del cantor de “Mar y Tierra” Luis Miguel “Dominguín” se yergue como en la plaza y palmotea. En sus olés hay nostalgia de los ruedos donde saboreaba en otros tiempos la pelea.

Picasso esta recién operado. No puede saborear ni el jerez ni los vinos ni el málaga. No mira siquiera. Ni falta que le hace. Picasso es dicharachero y alegre como el joven que empieza a vivir. Le acerco la botella de Pisco, un aguardiente peruano, que Picasso olfatea alabando el olor a uva. Todos beben directamente de la botella menos él. Su mirada risueña alerta, se fija en la marca “Picasso” de este Pisco, marca estampada en la botella peruana que contiene el más peruano de los licores, el más sano y el de mayor éxito internacional.

Coincide pues el nombre de Picasso con el de sus fabricantes: Picasso, Pisco Picasso. Al pintor halaga el descubrimiento del a botella homónima. Le digo yo que el éxito de la marca se atribuía a la popularidad de su nombre.

Bajo su gorra marrón, algo ladeada, su rostro expresivo tornose verdaderamente juvenil.  Una chaqueta gris sobre un jersey verde, los pantalones a cuadros y los zapatos deportivos de igual color que la gorra marrón, ayudaban sin duda a hacer más jovial a Picasso, más airosa su alegre imagen, sin rasgo alguno de afectación. Picasso es la llaneza pura.

Las botellas de jerez y de málaga y las del vino tinto -creo que este es de Cataluña- se agota con facilidad asombrosa. Señales de fatiga en los rostros. La juerga se apagaba cuando apagaba por el horizonte la luz del sol. Picasso se despedía.

El interminable almuerzo parecía que llegaba a su final, y he aquí que inesperadamente reverdece y todo se reanima al calor y al olor del Pisco peruano. Los pies de Antonio Gades y los ojos de “La Polaca”, y la voz de Rafael Alberti vuelven a desplegar su gracia rítmica. Luis Miguel y Picasso sincronizan en su palmoteo. Luis Miguel jalea, siempre nostálgico olés…

La última botella de Pisco va de mano en mano. El Pisco no es amargo ni es dulce, pero pasa la garganta dulcemente, Picasso está especialmente interesado en el destino del “Pisco Picasso”. Mide su contenido y la acaricia: la hace suya.
Asocio ahora a esta juerga gitana aquellas inolvidables “Tradiciones de Don Ricardo Palma”, tan elogiadas por Unamuno, Palma con gracejo limeño, sostiene que una comida roseada con tinto de Cataluña, más el jerez en mezcla con el málaga, acompañado de buenos tragos de Pisco, “el alborotador” aguardiente peruano, suscita la necesidad inmediata del baile, eso que en el Perú llamamos jarana y que en España se llama juerga. Estamos, pues aplicando en Niza la receta del gran escritor peruano.

Pero en realidad ahora no solo el día se ha hecho noche, sino que ya la noche se está haciendo madrugada. Vemos brillar la luna mientras Picasso ante la pregunta sobre el estado de su salud después de tan movida sobremesa, y de la reciente operación quirúrgica que ha sufrido, se desabrocha aparatosamente aquellos pantalones cuadriculados en negro y blanco para mostrarnos la cicatriz que sobre su vientre ha dejado el bisturí, Picasso pone al descubierto con el mismo empaque viril que un matador de toros exhibe ante sus admiradoras la huella todavía viva de la última cornada, Picasso tiene en ese instante el porte de vanidad arrogante de un lidiador de reses bravas. Le pregunto si no pensó, alguna vez, en su lejana infancia, probar el arte de los Romero; si no conoció la vocación irresistible del toro, de su riesgo, fuerza popular y majeza. La respuesta fue tajante:  ”No he pensado en otra cosa -me dijo- que en ser pintor”. “pero esto desde niño” agrego. Y con un cierto dejo de melancolía siguió hablando con la mirada fija en mi “Soy seguramente el único niño en el mundo que no ha montado para divertirse la bicicleta, pues estuve siempre absorbido por la urgencia de mis pinceles”. “Por la necesidad de pintar, tan vital para mí –dijo- como respirar y comer”, agrego quejoso, aludiendo entonces a su convalecencia porque en esos momentos Jacqueline por prescripción medica no le dejaba ni coger un lápiz.

Mientras Niza hervía de gente en sus terrazas y ya Picasso descansaba en su cama después de este almuerzo y su noche, los amigos, Luis Miguel entre ellos alborotándose desesperadamente: buscan y corren, porque Picasso pedía rogaba, exigía que le recuperaran en el acto la botella vacía que llevaba su nombre.

“Ella será para mí –dijo- un recuerdo inolvidable de este día y siempre gozare viendo mi nombre en la botella”.

Manuel Mujica Gallo 1969 Madrid
 

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